Los nadadores
profesionales de la actualidad suelen afeitarse todo el cuerpo como parte de su
desenvolvimiento en el agua, es muy raro ver a uno en estos tiempos con un
bigote súper pronunciado como usó Mark Spitz en Múnich 72, en aquellas
olimpiadas no solo revolucionó con sus siete medallas de oro, sino también con
su extravagante “look”.
Incluso en los
años 70, ya era común que los nadadores se depilen para que los bellos no
retrasen ni por una milésima de segundo sus recorridos en el agua. Mark Spitz
hizo nacer un mito que hasta llegó a ser imitado por una delegación de natación
entera. Hace poco más de un año, meses antes de que se cumplan 40 años de su
impecable presentación en Múnich, el estadounidense habló sobre aquel hecho
curioso.
“Las gafas
estaban prohibidas y el gorro permitido aunque no era obligatorio. El bigote
fue una decisión personal que tomé durante la misma competición. Sí, mi imagen
en Múnich no era la de un nadador tipo, de esos que se ven ahora”, dijo Mark
Spitz al ser consultado con su apariencia en aquel entonces.
“En 1972, cuando
finalicé mi carrera universitaria, me dejé crecer el bigote. Para entenderme
hay que retrotraerse a principios de los 70, un joven de 22 años al que le iba
el estilo de pelo largo de los Beatles o los Rolling Stones, era la moda, el
look preferido en los jóvenes. Para los nadadores, la vida, en parte, consiste
en afeitarnos por completo, para evitar la resistencia del pelo. Pero yo decidí
dejarme crecer el bigote. Y durante los trials estadounidenses, un mes antes de
los Juegos, y aunque yo pensaba afeitarme, cuando llegué a la concentración
todo el mundo se escandalizó al verme. Casi no me daban opciones e incluso
algún entrenador me aseguró que con él, no ganaría ni una sóla prueba. Durante
los trials batí un par de récords del mundo y pensé que el bigote no me hacía
más lento. Y decidí dejármelo poco antes de comenzar los Juegos. Si nadie me
hubiera dicho nada, me lo habría afeitado y parte del mito no existiría. Pero
decidí dejármelo por el comportamiento de la gente”, contó.
“Yo había ganado
ya alguna medalla en Múnich y un entrenador del equipo ruso se acercó a mí y me
preguntó si el bigote no me provocaba cierta resistencia al nadar. Yo, en ese
momento, decidí gastarle una broma y le dije que todo lo contrario, que al
nadar, el bigote impedía que el agua me diera en la boca y tenía un efecto
bala. Y por eso nadaba tan rápido. Ese entrenador se lo dijo a todos los
entrenadores de la selección rusa y el resultado fue que al año siguiente todos
los nadadores rusos lucían un mostacho”, agregó.
“Me lo quité hace
algún tiempo. Ahora voy como la gente suponía que debería haber aparecido
entonces”, ironizó.
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